La vida y los sueños en los campamentos de las FARC-EP
[Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia-Ejército del Pueblo]
(Entrevista al historiador Ezequiel Rodríguez Labriego)
Uno de los principales logros de la fabricación industrial del
consenso consiste en la cancelación a priori de toda disidencia radical. Se
trata de aplastar de antemano cualquier pensamiento crítico y hasta la
más mínima posibilidad de oposición seria al sistema.
Mezclando en un mismo collage las imágenes más oscuras de las
novelas antiutópicas clásicas (Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de
George Orwell o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury) con las historias más
truculentas de terror infantil, las usinas comunicacionales del
imperialismo han ido tejiendo un nuevo fantasma, macabro, tenebroso y
amenazador. Se trata del supuesto “narco-terrorismo”, reemplazante del
antiguo espantapájaros conocido como “conspiración comunista”, típico
del cine de la guerra fría.
Así han fabricado un nuevo demonio, completamente amorfo,
omnipresente, inconmensurable, impensable, incluso inimaginable.
Ese nuevo Lucifer que persigue la caza de brujas contemporánea,
deporte preferido del neo-marcartismo, asume diversos nombres y rostros,
según la conveniencia del momento. Uno de los más célebres es el de
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARCEP), enemigo a muerte en todas las hipótesis de conflicto que manejan los
yanquis.
Detrás de las telarañas desinformativas del poder, más allá del
laberinto de manipulación de cables, agencias y comunicados oficiales, del
otro lado de las operaciones de guerra psicológica, campañas mediáticas y
totalitarismo cultural… ¿Cómo serán realmente las FARC-EP? ¿Qué rostro
tendrán en la intimidad estos guerrilleros sin seña, sin rastro y sin
nombre? ¿Qué costumbres asumirá su vida cotidiana? ¿Qué soñarán cada
noche y cada mañana, cada cumpleaños y cada 31 de diciembre?
Para imaginar la vida de las guerrillas contamos con aquellos relatos
épicos del Che Guevara (Pasajes de la guerra revolucionaria), de Omar
Cabezas (La montaña es algo más que una inmensa estepa verde) o el ya
clásico de Jorge Ricardo Masetti (Los luchan y los que lloran). Se trata de
historias, en todos estos casos, sobre Cuba y Nicaragua. No obstante,
hasta donde sabemos, exceptuando dos excelentes biografías de Manuel
Marulanda escritas por el historiador Arturo Alape (Las vidas de Pedro
Antonio Marín, Los sueños y las montañas), la revolución colombiana no
tiene todavía relatos que nos muestren el mundo cotidiano de la
insurgencia. Las FARC esperan esas historias, tarea que comenzó a ser
colmada en el cine por el reciente film Guerrillera (del director danés Frank
Piasecki Poulsen, disponible en internet). Excelente documental que le
68pone rostro cotidiano al espectro itinerante y clandestino de la guerrilla.
Fantasma temido, odiado o admirado, pero siempre desconocido.
El historiador uruguayo Ezequiel Rodríguez Labriego ha tenido el
privilegio de conocer en vivo y en directo la vida íntima y cotidiana de las
guerrillas colombianas, el supuesto “monstruo”, según el imaginario
inquisitorial del Pentágono,
Junto a un sacerdote francés, dos sociólogos italianos y una
periodista norteamericana, Rodríguez Labriego ha visitado en las
montañas de Colombia los campamentos de las FARC. Allí pudo observar,
dialogar y convivir con los y las combatientes de este ejército del pueblo
que en pleno siglo XXI sigue hostigando al imperialismo yanqui y sus
prepotentes bases militares con las banderas entrañables de Simón
Bolívar, el Che Guevara y Manuel Marulanda.
A continuación reproducimos parte de la entrevista que le hicimos a
Rodríguez Labriego, focalizando el interés en los aspectos más cotidianos
de su experiencia, aquellos que humanizan a los y las combatientes
comunistas, los rescatan del retrato gótico y monstruoso que
dibujado para demonizarlos, devolviéndolos al terreno sencillo pero
hermoso de la construcción del hombre nuevo y la mujer nueva del siglo
XXI.
La entrevista al historiador uruguayo que muy amablemente accedió
a nuestras interrogantes fue realizada en
(Brasil) el 28 de octubre de 2008, ocasión en la que también tuvimos el
honor de conocer y dialogar con la historiadora brasilera Anita Prestes,
hija de otro legendario combatiente revolucionario y comunista de América
Latina, Luis Carlos Prestes.
¿Por qué se le ocurrió ir a conocer a las FARC-EP?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Por múltiples razones, pero principalmente
por dos. En primer lugar, por una curiosidad que me surgió al leer el libro
Rebeldes primitivos del célebre historiador marxista británico Eric
Hobsbawm, cuando analiza diversas rebeldías campesinas y dice,
refiriéndose a las FARC (Hobsbawm las conoció de primera mano), que el
caso colombiano constituye “la mayor movilización campesina del
hemisferio occidental”. En segundo lugar, porque me sorprende, me
incomoda y me indigna el brutal silencio —muchas veces cercano a la
complicidad con el poder— que hoy rodea y encubre a Colombia.
Entonces, me pregunto: ¿le vamos a otorgar crédito de veracidad al
terrorista y guerrerista Uribe? ¿Le vamos a creer? ¿Vamos a callarnos la
boca sobre el genocidio que hoy padece el pueblo colombiano? Por estas
razones, algunas históricas, otras presentes, quería conocer en forma
directa a las FARC, sin “filtros” macartistas. Por eso fui. Te aseguro que no
me arrepiento.
¿Cómo viajó hasta los campamentos?
69Ezequiel Rodríguez Labriego: Bueno, a través de una larga travesía. No
es fácil llegar. Varios días de autobús, camión, camioneta, lomo de mula,
muchas pendientes, cuestas empinadas, bajadas abruptas, cruces de
riachos o arroyuelos y finalmente caminatas en la montaña, en el barro y
bajo lluvia, mientras los combatientes que nos guiaban nos iban contando
historias sobre la gesta de Simón Bolívar. Era realmente emocionante
sentir que Bolívar los acompañaba, que no era una figura meramente
decorativa o un frío objeto de estudio, como suele suceder en
cuando se estudia la historia de América Latina.
¿Qué imagen tenían de Bolívar estos jóvenes guerrilleros?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Me dio la impresión de que ellos, los
jóvenes de las FARC, sentían a Bolívar como uno más de sus compañeros,
como uno más de sus propios combatientes. Ellos se imaginaban, por
ejemplo, que Bolívar, aunque aparece en todas las estatuas de las plazas
esculpido o retratado a caballo y con un gesto napoleónico, de
conquistador, en realidad andaría en mula, ya que en esas montañas
donde luchó el Libertador, el caballo ve dificultada su marcha mientras la
noble mula, quizás menos elegante y majestuosa, puede arreglárselas para
subir y bajar esas ríspidas, resbaladizas y embarradas pendientes. Se
preguntaban, también, si a Bolívar le gustaría bailar, si se escaparía a ver
muchachas (decían, en broma, que cuando el Libertador iba a ver a la
novia no podía ir en mula, allí tendría que ir a caballo... para tener mejor
“presencia” como galán [Risas]). También se planteaban si Bolívar acaso no
tendría la piel oscura y el pelo rizado, en lugar de aparecer como
blanquito... Para estos combatientes Bolívar era un ser humano de carne y
hueso, con una vida cotidiana como cualquiera de ellos, no un pedazo de
bronce, no una estatua muerta y petrificada.
¿Cómo fue la llegada?
Ezequiel Rodríguez Labriego: ¡Todos embarrados! [Risas]. Nos caímos
varias veces. Los combatientes nos ayudaron solidariamente a
levantarnos. Trataban de ayudarnos. Nos alentaban. Allí descubrimos un
detalle práctico, ningún calzado de la ciudad sirve para esos lugares. Los
revolucionarios insurgentes están acostumbrados a caminar por lodazales
de 20 ó
muchísimo nos prestaron capas impermeables. Fue entonces cuando
escuché la primera de las muchas bromas. Al sacerdote francés y a mí nos
bautizaron “Batman y Robin de la primera generación, antes de que se
inventara el automóvil, cuando todavía andaban en mula”. [Risas]. El
primer vínculo con los guerrilleros comunistas se abrió entonces con una
broma. Otra broma lo cerró al final de la experiencia. Cuando nos fuimos,
al despedirnos, nos dijeron: “Esta tierra los saluda y los despide con
orgullo... No cualquiera se anima a besarla con el culo...”, aludiendo con
70ironía a nuestras caídas en el barro. [Risas]. El humor estuvo a la orden
del día todo el tiempo.
¿No encontró entonces a la gente de las FARC derrotada,
desmoralizada y cabizbaja?
Ezequiel Rodríguez Labriego: ¡No! ¡Al contrario! Los encontré alegres, con
una moral muy alta, con una convicción muy fuerte y seguros de que van
a triunfar. No era una pose o una puesta en escena. Se los veía seguros. A
eso atribuyo el humor y las bromas (entre ellos y con los visitantes,
siempre en un tono de cordialidad, de amistad solidaria y de camaradería).
Si estuvieran derrotados, como los presenta el presidente Uribe y la
inteligencia militar colombiana, así como los grandes multimedios que
difunden los comunicados de las Fuerzas Armadas y su visión de la
guerra, si se sintieran vencidos, pensando que van a ser aplastados y
aniquilados —sobre todo por un ejército tan salvaje e impiadoso como el
colombiano, asesorado y dirigido en el terreno mismo por los yanquis— no
se la pasarían haciendo chistes o bromeando. Es algo de sentido común.
¿no? El humor expresa algo. Creo que es producto de una moral
combativa alta y de una fuerte convicción en el triunfo popular.
¿El acceso a los campamentos era directo?
Ezequiel Rodríguez Labriego: No, había que dar antes muchas vueltas.
Pero lo que más me sorprendió es el contacto previo con poblaciones que
los apoyan y sostienen. La propaganda oficial, de la que se hacen eco los
grandes medios de comunicación, los pintan como bandoleros, como una
banda de forajidos armados y sin ideología, aislados del pueblo o detenidos
en el tiempo. Yo ví otra cosa bien distinta. No lo leí, no me lo contaron, lo
ví con mis propios ojos. Gente común de los poblados y pueblos que los
apoyan, mayormente trabajadores, campesinos, vestidos con ropa muy
humilde. Mujeres del pueblo con muchos hijos (recuerdo por ejemplo una
señora, muy joven, muy humilde, con una mula donde iban tres niños y
ella iba a pie embarazada de un cuarto niño...). Toda esa gente de los
poblados, civiles, hablan de ellos, de los combatientes de las FARC y de
sus campamentos de montaña, diciendo “allá arriba”, “la gente de arriba”,
“los camaradas”... (en Colombia casi no se utiliza la palabra “compañero”,
todo el mundo se llama “camarada”, es mucho más común). Esas
expresiones eran referencias elípticas a los campamentos de montaña de
las FARC. La gente de los poblados les pasan comida, cigarrillos, varias
cosas. Un grupo revolucionario que careciera de apoyo popular no contaría
con esa simpatía y esa colaboración. Por eso los militares y paramilitares
de Colombia asesinan tantos civiles, porque estos últimos apoyan a la
guerrilla. Es evidente el apoyo que le dan a las FARC. Yo lo ví. Las FARC y
sus frentes de trabajo político hacen trabajo social con la gente, con las
poblaciones: vacunan a los gurises, construyen escuelas, puestos de
71salud, caminos, pequeñas represas para los ríos, gestionan documentación
para los niños indocumentados (en el campo son muchísimos los
indocumentados). En síntesis, ví muchas familias y muchos niños
rodeando a las FARC. Definitivamente es una guerrilla popular.
¿Cómo los recibieron en los campamentos?
Ezequiel Rodríguez Labriego: El primer contacto fue con los puestos de
guardia. Íbamos tratando de mirar el suelo con barro, para no caernos ni
resbalarnos y en un momento, al levantar la cabeza y la vista,
sorpresivamente nos encontramos con los guardias del campamento a
medio metro [Risas]. Cuidaban el campamento frente a las incursiones del
Ejército. Lo primero que les dijimos fue “no podemos darles la mano porque
estamos todos embarrados” [Risas]. Nos topamos con ellos sin haberlos
visto. Luego seguimos subiendo y llegamos al puesto de la comandancia.
Allí nos recibieron los comandantes. Fueron muy amables. Nos sentamos
alrededor de una mesa llena de libros. Luego trajeron la comida. Había
muchos libros y, repito, muchos chistes. Todo el tiempo había risa, me
sorprendió ese humor. Yo esperaba encontrar gente muy seria, como en
las películas y me encontré algo muy distinto. Muchas bromas. Los
colombianos lo denominan “mamar gallos”, es decir, hacer jodas, bromear.
A lo largo de toda la experiencia, en varias ocasiones, cuando hacía
preguntas tenía que preguntar varias veces, porque seguro que las
primeras respuestas eran en broma. No me costó acostumbrarme,
nosotros también comenzamos a devolver las bromas (aunque a los
visitantes de Europa les costaba a veces comprender las ironías). Nada
más lejos de esos combatientes, de esos muchachos y chicas, que la
tristeza, la sensación de derrota o el desánimo.
¿Llegaron de noche o de día?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Era plena noche, no se veía nada. La selva
es muy oscura. Los árboles son altos, muy altos. La vegetación es espesa.
A veces hay neblina.
¿Se alumbraban con faroles como en nuestros campo donde no hay
luz eléctrica?
Ezequiel Rodríguez Labriego: ¡No! [Risas]. Es distinto al campo que
nosotros estamos habituados a ver. Había muy poca luz, porque los
aviones del ejército colombiano cuentan con una nueva tecnología militar
proporcionada por los Estados Unidos. Esa nueva tecnología de control,
que facilita la represión del ejército, está formada por el uso del satélite,
por globos espías y hasta aviones sin tripulación, que cuentan con
instrumentos que en tiempo real detectan concentraciones de humo, calor
y luz en la selva y así, automáticamente, vienen los aviones militares y
72comienzan a bombardear. Por lo tanto de noche hay poquísima luz. Pero
en ese primer encuentro igual nos veíamos las caras. Había un pequeño
foco y linternas. De repente un combatiente alerta “Avión...” y todo el
mundo apaga la linterna. El campamento entero queda oscuro y no se ve
absolutamente nada. Y allí nomás florece una nueva broma. Como en la
guerrilla no se sabe si el ruido es de aviones comerciales o aviones
militares, es decir, bombarderos de las fuerzas armadas, simplemente se
refieren al avión como “el jet” que se pronuncia “el je” (sin la “t” final),
entonces te aclaran riéndose que se trata del “el je... el lleno de bombas...”.
Un humor muy cáustico.
¿Escuchaban música?
Ezequiel Rodríguez Labriego: En realidad había mucho silencio, sólo se
escuchaban los sonidos de la selva, los grillos, la lluvia, las ramas que se
movían cuando había viento, quizás el tintineo del agua de algún arroyo,
aunque de lejos se escuchaban noticias. Lo que sucede es que “la
guerrillereada”, como ellos le dicen coloquialmente al personal de la
guerrilla, estaba escuchando noticias... Aunque un día nos hicieron
escuchar música de las FARC, escrita e interpretada por las propias FARC,
con letras revolucionarias y música en distintos ritmos: rock, merengue,
tango, salsa, vallenato, etc. La escuchamos en una computadora. Los
domingos sí hay música, interpretada por ellos. Los jóvenes tocan la
guitarra y el acordeón, también cantan.
¿Cuáles fueron los primeros relatos y las primeras charlas?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Obviamente todo comenzó con diálogos
políticos. La situación en Colombia, la violación a los derechos humanos
de Uribe de la que nadie habla, cuando semana a semana se secuestra y
asesina a dirigentes sindicales, campesinos, curas, monjas, estudiantes,
etc. También se habló del trato terrible que reciben los combatientes
capturados por el ejército, la necesidad de la solidaridad internacional, los
debates actuales del marxismo, etc. Pero a la hora de acostarse también
aparecieron otro tipo de historias. Historias de osos, tigres (los tigres que
se comen a los animales domésticos de la gente), las culebras...
Afortunadamente recién al final, al irnos, descubrí que lo que ellos, los
colombianos, llaman “las culebras” eran lo que en Uruguay se conocen
directamente como víboras. Yo pensé que hablaban de culebras chiquitas
de 10, 15 o
de hasta dos o tres metros [Risas]. ¡Menos mal que recién descubrí al final
el equívoco! [Risas]. Me contaron un cuento, una de las tantas historias de
esa oralidad mágica donde la selva va cobrando vida al lado de estos
habitantes de las montañas, sobre un guerrillero que capturaba las
víboras con la mano, les hablaba y luego no las mataba, las soltaba.
Entonces las culebras se iban serpenteando... ¡porque estaban humilladas!
73Se movían así por la humillación ante el hombre, ante el guerrillero, ante
el campesino [Risas]. Nosotros empezamos a bromear, esperando que las
culebras que eran familiares de esa víbora humillada no vinieran a
vengarse de su pariente... [Risas]. También nos contaban la historia de
otro guerrillero que hablaba con los bichitos del bosque, le decían
cariñosamente “el loco”. Parece que era uno de los mejores guerrilleros por
su “mística”, por su entrega y disciplina, pero bromeaban que era “loco”
por sus ocurrencias y bromas permanentes o porque hablaba con los
animales del bosque.
¿Dónde dormían?
Ezequiel Rodríguez Labriego: En carpas. Había camas de caña, madera,
aserrín. Había colchones. Plásticos para cubrirse de la lluvia. Barro. Debo
destacar el esfuerzo que hacía esta gente para que los invitados se
sintieran cómodos. La lluvia por momentos era torrencial, no pasó un solo
día sin llover en los campamentos. El barro era omnipresente. Se olía todo
el tiempo el aroma de la tierra mojada en medio de lluvia o la neblina. En
ese panorama se esforzaban por brindarnos la mayor comodidad. Nos
contaron que los guerrilleros deben dormir con gran parte de sus cosas
preparadas por si se presenta una situación de “orden público”, combate o
asedio militar inminente.
¿A qué hora se levantaban?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Tempranísimo. Antes de las 5 AM. La vida
en la montaña y en el campo es muy diferente a la ciudad. Todo comienza
antes y todo termina antes. Pero incluso hubo un día en el cual los
comandantes querían leer, discutir y debatir las tesis de un libro que
hablaba sobre Colombia y América latina, parece que muy polémico, y se
levantaron a las 3 AM. Allí todo se escucha. Desde lejos, donde estaba
nuestra carpa, escuchábamos el debate. Hay que estar muy politizado y
tener muchas ganas de polemizar para levantarse a las 3 AM... ¡a debatir
un libro! ¿no es verdad? Nada más lejos de la realidad que yo viví que la
imagen oficial de “bandoleros narcotraficantes sin ideología”.
¿Qué desayunaban?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Lo primero que toman, a eso de las 5 AM,
es un “tinto”. ¡No es vino! [Risas], ellos le llaman “tinto” al café negro.
Luego, más tarde, a eso de las 7 AM, se desayuna mucha comida, arepas
(comida hecha con harina de maíz), huevos, etc. Mucha comida, no sólo
para los invitados o las visitas internacionales. Un viejo guerrillero nos
explicó que las FARC brindan a sus combatientes buena alimentación
entre otras cosas para así prevenir enfermedades. Un guerrillero mal
alimentado puede enfermarse más fácil. Incluso en términos económicos,
74resulta mejor comer bien que sanar enfermos. Cada combatiente tiene
también su cepillo de dientes y su pasta para prevenir enfermedades en la
boca.
¿Cómo es la vida durante el día? ¿Practicaban tiro o puntería todo el
tiempo?
Ezequiel Rodríguez Labriego: No, son muy buenos tiradores (los militares
llamaban al comandante Marulanda “Tirofijo”), pero en realidad, la mayor
parte del día, todo el campamento es un gigantesco colectivo de trabajo.
¡Trabajan mucho durante el día! Hay grupos de trabajo por escuadra de
combate. Cortan leña, serruchan, trabajan la madera, lavan, cocinan,
construyen, trasladan distintos materiales. Los campamentos se parecen
más a enormes colectivos de trabajadores que a otra cosa. Por eso, nos
explicaban, la necesidad de una buena alimentación: mucho trabajo físico.
Las mujeres trabajaban a la par de los varones, en todos los órdenes. En la
marcha por la selva las mujeres y los varones trasladan mochilas de 30
kilogramos aproximadamente (ellos hablan y miden en libras) con ropa,
armas, munición, comida, etc.
¿Había mujeres en la guerrilla?
Ezequiel Rodríguez Labriego: ¡Muchas! Cargaban armas largas (diversos
tipos de fusiles), uniforme de las FARC y, al mismo tiempo, aritos, anillos o
uñas pintadas. Ellas llevaban las mismas cargas que ellos y todo el mundo
trabajaba por igual.
¿Quién cocinaba?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Había varias cocinas, con hornos
fabricados por ellos mismos al estilo vietnamita o cubano, según nos
explicaban. Ellos lo denominan “ranchas”. Ví gente cocinando, tanto
mujeres como varones, ambos por igual.
¿Todos vestían igual?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Sí, con uniforme verde oliva y las insignias
de las FARC-EP. Tenían todos, hombres y mujeres, una pulcritud
tremenda. Si nos veían embarrados (por las caminatas) nos hacían
bromas, sugiriéndonos que nos cambiáramos. Cada combatiente tiene más
de un uniforme, que ellos mismos confeccionan. La limpieza de los
combatientes está reglamentada. En medio de ese lodazal todo el mundo
estaba limpio. ¡Increíble! De alguna manera se sentían orgullosos, si mi
percepción no me engaña, de saber caminar largas jornadas en el barro
sin ensuciarse. Se sentían orgullosos de estar así, limpios en medio de la
selva. Incluso nos preguntaban con ironía porque estábamos embarrados,
75diciéndonos: “¿Ustedes no están acostumbrados a caminar en el barro, no
es cierto?”. Aunque al mismo tiempo, con la mayor naturalidad, algunos
combatientes también nos preguntaban: “¿En serio es la primera vez que
visitan campamentos guerrilleros?”... como si fuera lo más normal del
mundo... [Risas]. Vestían entonces por igual pero había gente de lo más
variada. Vimos combatientes blancos, mestizos, indígenas,
afrodescendientes, hombres y mujeres. Se los percibía integrados, en un
colectivo integrado. Por ejemplo, ví gente blanca cocinando y sirviendo a
gente mestiza o afrodescendiente. Todo lo contrario del capitalismo racista
y de la discriminación a la que nuestra sociedad ya nos tiene
acostumbrados.
¿Durante todo el día sólo trabajaban?
Ezequiel Rodríguez Labriego: No, además de comer, trabajar y
descansar, también vi reuniones y discusiones que hacían por la tarde. A
esas reuniones las denominan “la hora cultural”. En realidad duran una
hora y media o dos. Se juntan y escuchan noticias, primero, para
analizarlas, después. Luego debaten en una especie de asamblea sobre la
noticia del día.
¿Noticias de qué tipo?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Noticias de Colombia y América Latina,
principalmente. Pero también de otras partes del mundo.
¿De dónde obtienen las noticias en la selva y en plena montaña?
Ezequiel Rodríguez Labriego: De la radio y
del día. Principalmente noticieros, por ejemplo TELESUR. También
obtienen noticias de Caracol, etc. pero además miraban una serie de TV,
partidos de fútbol, etc. Recuerdo uno de los tantos chistes que hacían:
“Fulano es un leninista estricto, para él lo primero es el partido... el partido
de fútbol” [Risas]. Esta persona no se perdía un partido por nada del
mundo.
¿Cómo debatían?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Por grupos, por escuadra. Las escuadras
son las estructuras de combate más pequeñas, pero al mismo tiempo son
células políticas. Lo interesante es que cada escuadra tiene su
comandante pero también posee su secretario político. Los dos cargos no
puede ejercerlos la misma persona. De esa manea se garantiza la
democracia interna en las FARC y la posibilidad del debate. Entonces en
las horas culturales dedicadas a la información, la educación y al debate,
cada escuadra es responsable de transmitir una noticia. Cuando todas las
76escuadras dijeron lo suyo, comienza el debate colectivo sobre las noticias.
Allí se las analiza críticamente. Hablan todas y todos, la palabra circula.
Participan desde quienes tienen mejor oratoria, más fluida, hasta aquellos
a quienes les cuesta más hablar o leer en público. Lo llamativo es que
hablan y debaten al oscuro o con escasísima luz. Al presenciar esas
escenas vienen a la memoria los relatos del marxista norteamericano John
Reed cuando escribía la historia de la revolución bolchevique. John Reed,
aquel periodista de los EEUU, se asombraba de que los soldados
bolcheviques de Lenin, aun con hambre y en medio de la guerra, se
desesperaban por recibir noticias o libros en el frente de batalla... Las
horas culturales en la selva colombiana me hicieron acordar aquel libro.
¿Por qué las horas culturales se hacían al oscuro?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Por la posibilidad de bombardeos desde los
aviones militares. La ausencia de luz estaba destinada a ocultarle a los
aviones las posiciones de los campamentos guerrilleros. Los combatientes
nos contaban que esas horas culturales antes se hacían con toda luz y
viéndose las caras, pero como Uribe ha recrudecido la guerra —todo en
nombre de “la paz” y “la democracia”...— y ha recibido últimamente
tecnología militar yanqui de última generación dedicada a aniquilar a la
insurgencia con el denominado “Plan Patriota”, entonces ya no se podía
continuar desarrollando esas actividades con luz. Esa tecnología militar
yanqui incluye globos espías o información de satélite destinada a detectar
concentraciones de luz, humo o calor en la selva. Eso motiva los debates al
oscuro. Es muy raro para alguien que vive en la ciudad asistir a esa
especie de asambleas al oscuro, en medio del barro, donde se discute la
información de coyuntura. ¡Es muy sacrificado vivir así! Pero todo el
mundo participa con entusiasmo, con “mística”, con alegría en las
discusiones. Lo que hemos conocido es, realmente, una fuerza políticomilitar muy informada, muy politizada y muy actualizada en el día a día.
No son entonces unos locos sueltos, perdidos en la selva, que no se
habían enterado de que cayó el Muro de Berlín...
Ezequiel Rodríguez Labriego: [Risas] ¡No! Están muy, pero muy
informados. No sólo de Colombia sino también de otros países. Reciben
visitas. Tienen charlas sobre la lucha popular de otros países. Son
internacionalistas convencidos. Además la inmensa mayoría de
combatientes que conocí ingresaron a las FARC después de la caída del
Muro de Berlín. No son “dinosaurios nostálgicos”. Son marxistas
leninistas, guevaristas y bolivarianos, con un proyecto político actual,
pensado para América Latina en el siglo XXI. Ese proyecto bolivariano no
está pensado sólo para Colombia sino para
Grande, es decir, para toda América Latina. Las FARC constituyen una
organización guerrillera muy conectada con el mundo.
77¿No había diferencias de formación entre sus integrantes?
Ezequiel Rodríguez Labriego: La verdad que por el tiempo en que
estuvimos no lo podría afirmar. Aunque sospecho que sí. Había
trabajadores, campesinos, estudiantes. Algunos tienen oratoria fluida, a
otros les costaba más leer en voz alta. Pero todos y todas participaban por
igual. ¡La palabra era rotativa! Hasta los más tímidos tenían que hablar.
Los roles de organización de las “horas culturales” (especie de asambleas
culturales) cambiaban y se alternaban todos los días. Sinceramente los ví
muy informados y muy interesados en lo que pasaba en Colombia (por
ejemplo movilizaciones urbanas, crisis política, etc.) y en otros países.
Eso en cuanto a los combatientes, ¿y los comandantes?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Bueno, debo reconocer que me
sorprendieron. Aunque había leído historiografía sobre las guerrillas y
había entrevistado alguna vez a dirigentes políticos y guerrilleros de otros
países, estos comandantes me hicieron reír mucho [Risas]. Como ya conté,
vivían haciendo bromas, entre ellos y con la gente visitante (a los visitantes
europeos, me parece, les costaba captar el humor o algunas ironías, pero
también compartían las bromas). Además discutían de poesía y literatura.
Estaban metidos en una discusión, entre ellos, sobre la obra y el
pensamiento del escritor Vargas Vila [modernista, de la generación de
Rubén Darío]. En la mesa de la comandancia tenían... ¡
razón pura de Kant!... Allí también vi libros del poeta y revolucionario
salvadoreño Roque Dalton, escuché conversaciones sobre Mariátegui,
Nietzsche, Habermas, los manuales soviéticos de Konstantinov, polémicas
sobre Saramago, entre otros. Los escuché conversar también, con
erudición y devoción sobre Simón Bolívar, si murió de muerte natural o lo
mataron. También hablaban sobre el pensamiento del Che Guevara. Me
pareció, en suma, gente muy instruida, muy leída y preparada. Sobre todo
muy sensible. Incluso cuando uno de los visitantes preguntó por los
recuerdos sobre el comandante Marulanda, percibí alguna lágrima
rodando por ahí. También ví rostros de enojo, indignación y mucha bronca
cuando se hablaba de los crímenes de los “paracos” (los paramilitares
colombianos), el uso que hacen de la motosierra para mutilar gente, la
tortura, el aniquilamiento de dirigentes populares, indígenas, sindicales,
campesinos, jóvenes estudiantes. Uno de los comandantes que conocí, de
evidente origen campesino, tenía seis hermanos muertos. Al conocer a este
comandante campesino, antiguo lugarteniente de Marulanda, recordamos
los relatos historiográficos sobre la guerra civil y la revolución de España,
con sus generales obreros y campesinos. Pero en todas las conversaciones
predomina el humor, las “mamadas de gallo” (bromas) y la falta de
acartonamiento. Sobre todas las cosas mucha ironía y mucho humor. ¿No
es acaso el humor el mejor gesto de salud mental, imprescindible para
llevar adelante cualquier lucha radical en condiciones tan difíciles?
78¿Cómo se sobrelleva la vida en la selva?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Era difícil. ¡Mucho sacrificio! Aunque nadie
se quejaba y todo el mundo lo tomaba con “naturalidad”, esta gente vive
con mucho sacrificio. En primer lugar, nubes enteras y permanentes de
mosquitos. Complicado vivir así todos los días, ¿no es cierto? Ellos lo
llaman “la plaga”. Decían, por ejemplo, “hoy hay mucha plaga”, como quien
dice “está nublado”, con naturalidad. En las zonas donde no hay tantos
mosquitos... ¡hay garrapatas [animales que se prenden en la piel y chupan
la sangre]. En esas otras zonas también hay avispas. Después están las
víboras... En fin, la vida de las guerrillas de las FARC es una vida
tremendamente abnegada y sacrificada. Sólo se puede sobrellevar, me
imagino, si hay un proyecto político claro, realista y viable que le otorgue
sentido y si se tiene íntimamente fe en el triunfo. Sino, no me explico cómo
se podría vivir así cotidianamente. Las FARC están seguras de que van a
ganar.
¿Cómo hace la gente para ir al baño?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Haciendo las necesidades fisiológicas en un
pozo (hombres y mujeres), rodeado de hojas, sin techo, en medio de la
lluvia permanente... Dicen que las FARC viven como “magnates”, llenos de
lujo y dólares, y como “millonarios narcos”... ¡Por favor! ¡Qué infamia! Te
aseguro que todo eso no es más que una burda y miserable propaganda
militar, destinada a deslegitimarlos y aislarlos de posibles apoyos,
seguramente elaborada por los asesores en guerra psicológica de los
yanquis.
¿Qué balance general hace de todo lo que usted vio y conoció en los
campamentos de las FARC-EP?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Cuando recuerdo lo que conocimos en los
campamentos pienso en tanto académico mediocre becado por alguna
ONG, o en esos periodistas ignorantes pagados por los grandes
monopolios, que viven insultando y despreciando a estos jóvenes
guerrilleros y guerrilleras afirmando que son “narcos” y no sé cuantas
otras tonterías por el estilo. Me genera mucha indignación ver a esos
pusilánimes y mediocres calumniar a las FARC. Entiendo si alguien no
comparte la estrategia política de la insurgencia comunista y bolivariana.
Es lógico y comprensible. Cada uno tiene derecho a su punto de vista y a
opinar al respecto. Pero me parece que cualquiera que opine se debería
antes quitar el sobrero. Es decir, hablar con sumo RESPETO [Rodríguez
Labriego hace el gesto de subrayar la palabra] ante tanta dignidad, anta
tanta abnegación, ante tanto sacrificio.
Como conclusión personal, quisiera remarcar el tremendo
RESPETO, la sincera admiración que siento y que me genera esta gente, la
79gente de las FARC. Los ví muy serios, muy esforzados, principalmente muy
convencidos de la causa del socialismo. No sólo del socialismo en Colombia
sino en
necesitan mucha solidaridad internacional. Más allá de las anécdotas o las
impresiones, creo que eso es lo fundamental. La solidaridad.
¿Por qué cree que se habla tan poco de Colombia? ¿Por qué piensa
que la izquierda mundial todavía es remisa a enarbolar como propia la
bandera insurgente de las FARC?
Ezequiel Rodríguez Labriego: Quizás haya muchas causas. En primer
lugar, por la impresionante campaña macartista contra las FARC. La
izquierda, reconozcamos, no ha permanecido ajena ni al margen de los
efectos de ese macartismo oficial que obliga a todo el mundo a
“desmarcarse” de las FARC (y otros grupos radicales) para obtener
certificado de “buena conducta”. ¿No es cierto? ¿O me equivoco? En
segundo lugar, las FARC y el Partido Comunista Clandestino de Colombia
(PCCC) marcan una continuidad con la izquierda revolucionaria de otras
décadas, manteniendo la centralidad de la lucha por el poder, luego de
varias décadas de predominio posmoderno y/o socialdemócrata. No se
pone a Colombia en el centro de la agenda latinoamericana (donde
habitualmente se habla de Bolivia y Venezuela, sin siquiera mencionar
Colombia) porque eso implicaría automáticamente discutir la pertinencia
de la lucha armada. Luego de miles y miles de muertos y desaparecidos
eso provoca temor. Mucho temor. Debemos reconocerlo... todavía hay
miedo, aunque no se lo confiese públicamente o se lo encubra con falsas
elucubraciones “teóricas”. ¡Hay que vencer de una buena vez ese temor!
Entonces de lo que se trata es de recuperar la solidaridad. ¡No
podemos abandonarlos! No debemos continuar cediendo al chantaje
macartista. No podemos caer en el silencio cómplice ni en la comodidad de
la indiferencia.
¿Cuándo usted habla de solidaridad se refiere exclusivamente a la
izquierda?
Ezequiel Rodríguez Labriego: No necesariamente. No sólo a la izquierda.
Las FARC se definen antiimperialistas y bolivarianos. El arco de
solidaridad va mucho más allá de la izquierda. Toda persona que se
oponga al guerrerismo de Uribe y a la violación de los derechos humanos
debería solidarizarse. De la misma manera que se ha apoyado al
sandinismo en Nicaragua, al FMLN en El Salvador, a Fidel y al Che en
Cuba, a
o a Chávez en Venezuela. Hoy hay que apoyar a las FARC. Las FARC son
parte insustituible y fundamental de ese concierto latinoamericano. No
podemos continuar haciéndonos los distraídos frente a la lucha del pueblo
80colombiano. El apoyo a las FARC-EP debe estar a la orden del día en la
izquierda latinoamericana y mundial.
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