domingo, 4 de septiembre de 2011

La vida y los sueños en los campamentos de las FARC-EP

[Fuerzas Armadas Revolucionarias

de Colombia-Ejército del Pueblo]

(Entrevista al historiador Ezequiel Rodríguez Labriego)

Uno de los principales logros de la fabricación industrial del

consenso consiste en la cancelación a priori de toda disidencia radical. Se

trata de aplastar de antemano cualquier pensamiento crítico y hasta la

más mínima posibilidad de oposición seria al sistema.

Mezclando en un mismo collage las imágenes más oscuras de las

novelas antiutópicas clásicas (Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de

George Orwell o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury) con las historias más

truculentas de terror infantil, las usinas comunicacionales del

imperialismo han ido tejiendo un nuevo fantasma, macabro, tenebroso y

amenazador. Se trata del supuesto “narco-terrorismo”, reemplazante del

antiguo espantapájaros conocido como “conspiración comunista”, típico

del cine de la guerra fría.

Así han fabricado un nuevo demonio, completamente amorfo,

omnipresente, inconmensurable, impensable, incluso inimaginable.

Ese nuevo Lucifer que persigue la caza de brujas contemporánea,

deporte preferido del neo-marcartismo, asume diversos nombres y rostros,

según la conveniencia del momento. Uno de los más célebres es el de

Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARCEP), enemigo a muerte en todas las hipótesis de conflicto que manejan los

yanquis.

Detrás de las telarañas desinformativas del poder, más allá del

laberinto de manipulación de cables, agencias y comunicados oficiales, del

otro lado de las operaciones de guerra psicológica, campañas mediáticas y

totalitarismo cultural… ¿Cómo serán realmente las FARC-EP? ¿Qué rostro

tendrán en la intimidad estos guerrilleros sin seña, sin rastro y sin

nombre? ¿Qué costumbres asumirá su vida cotidiana? ¿Qué soñarán cada

noche y cada mañana, cada cumpleaños y cada 31 de diciembre?

Para imaginar la vida de las guerrillas contamos con aquellos relatos

épicos del Che Guevara (Pasajes de la guerra revolucionaria), de Omar

Cabezas (La montaña es algo más que una inmensa estepa verde) o el ya

clásico de Jorge Ricardo Masetti (Los luchan y los que lloran). Se trata de

historias, en todos estos casos, sobre Cuba y Nicaragua. No obstante,

hasta donde sabemos, exceptuando dos excelentes biografías de Manuel

Marulanda escritas por el historiador Arturo Alape (Las vidas de Pedro

Antonio Marín, Los sueños y las montañas), la revolución colombiana no

tiene todavía relatos que nos muestren el mundo cotidiano de la

insurgencia. Las FARC esperan esas historias, tarea que comenzó a ser

colmada en el cine por el reciente film Guerrillera (del director danés Frank

Piasecki Poulsen, disponible en internet). Excelente documental que le

68pone rostro cotidiano al espectro itinerante y clandestino de la guerrilla.

Fantasma temido, odiado o admirado, pero siempre desconocido.

El historiador uruguayo Ezequiel Rodríguez Labriego ha tenido el

privilegio de conocer en vivo y en directo la vida íntima y cotidiana de las

guerrillas colombianas, el supuesto “monstruo”, según el imaginario

inquisitorial del Pentágono, la CNN, Uribe y la extrema derecha troglodita.

Junto a un sacerdote francés, dos sociólogos italianos y una

periodista norteamericana, Rodríguez Labriego ha visitado en las

montañas de Colombia los campamentos de las FARC. Allí pudo observar,

dialogar y convivir con los y las combatientes de este ejército del pueblo

que en pleno siglo XXI sigue hostigando al imperialismo yanqui y sus

prepotentes bases militares con las banderas entrañables de Simón

Bolívar, el Che Guevara y Manuel Marulanda.

A continuación reproducimos parte de la entrevista que le hicimos a

Rodríguez Labriego, focalizando el interés en los aspectos más cotidianos

de su experiencia, aquellos que humanizan a los y las combatientes

comunistas, los rescatan del retrato gótico y monstruoso que la CIA ha

dibujado para demonizarlos, devolviéndolos al terreno sencillo pero

hermoso de la construcción del hombre nuevo y la mujer nueva del siglo

XXI.

La entrevista al historiador uruguayo que muy amablemente accedió

a nuestras interrogantes fue realizada en la Universidad de Río de Janeiro

(Brasil) el 28 de octubre de 2008, ocasión en la que también tuvimos el

honor de conocer y dialogar con la historiadora brasilera Anita Prestes,

hija de otro legendario combatiente revolucionario y comunista de América

Latina, Luis Carlos Prestes.

¿Por qué se le ocurrió ir a conocer a las FARC-EP?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Por múltiples razones, pero principalmente

por dos. En primer lugar, por una curiosidad que me surgió al leer el libro

Rebeldes primitivos del célebre historiador marxista británico Eric

Hobsbawm, cuando analiza diversas rebeldías campesinas y dice,

refiriéndose a las FARC (Hobsbawm las conoció de primera mano), que el

caso colombiano constituye “la mayor movilización campesina del

hemisferio occidental”. En segundo lugar, porque me sorprende, me

incomoda y me indigna el brutal silencio —muchas veces cercano a la

complicidad con el poder— que hoy rodea y encubre a Colombia.

Entonces, me pregunto: ¿le vamos a otorgar crédito de veracidad al

terrorista y guerrerista Uribe? ¿Le vamos a creer? ¿Vamos a callarnos la

boca sobre el genocidio que hoy padece el pueblo colombiano? Por estas

razones, algunas históricas, otras presentes, quería conocer en forma

directa a las FARC, sin “filtros” macartistas. Por eso fui. Te aseguro que no

me arrepiento.

¿Cómo viajó hasta los campamentos?

69Ezequiel Rodríguez Labriego: Bueno, a través de una larga travesía. No

es fácil llegar. Varios días de autobús, camión, camioneta, lomo de mula,

muchas pendientes, cuestas empinadas, bajadas abruptas, cruces de

riachos o arroyuelos y finalmente caminatas en la montaña, en el barro y

bajo lluvia, mientras los combatientes que nos guiaban nos iban contando

historias sobre la gesta de Simón Bolívar. Era realmente emocionante

sentir que Bolívar los acompañaba, que no era una figura meramente

decorativa o un frío objeto de estudio, como suele suceder en la Academia

cuando se estudia la historia de América Latina.

¿Qué imagen tenían de Bolívar estos jóvenes guerrilleros?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Me dio la impresión de que ellos, los

jóvenes de las FARC, sentían a Bolívar como uno más de sus compañeros,

como uno más de sus propios combatientes. Ellos se imaginaban, por

ejemplo, que Bolívar, aunque aparece en todas las estatuas de las plazas

esculpido o retratado a caballo y con un gesto napoleónico, de

conquistador, en realidad andaría en mula, ya que en esas montañas

donde luchó el Libertador, el caballo ve dificultada su marcha mientras la

noble mula, quizás menos elegante y majestuosa, puede arreglárselas para

subir y bajar esas ríspidas, resbaladizas y embarradas pendientes. Se

preguntaban, también, si a Bolívar le gustaría bailar, si se escaparía a ver

muchachas (decían, en broma, que cuando el Libertador iba a ver a la

novia no podía ir en mula, allí tendría que ir a caballo... para tener mejor

“presencia” como galán [Risas]). También se planteaban si Bolívar acaso no

tendría la piel oscura y el pelo rizado, en lugar de aparecer como

blanquito... Para estos combatientes Bolívar era un ser humano de carne y

hueso, con una vida cotidiana como cualquiera de ellos, no un pedazo de

bronce, no una estatua muerta y petrificada.

¿Cómo fue la llegada?

Ezequiel Rodríguez Labriego: ¡Todos embarrados! [Risas]. Nos caímos

varias veces. Los combatientes nos ayudaron solidariamente a

levantarnos. Trataban de ayudarnos. Nos alentaban. Allí descubrimos un

detalle práctico, ningún calzado de la ciudad sirve para esos lugares. Los

revolucionarios insurgentes están acostumbrados a caminar por lodazales

de 20 ó 30 centímetros de barro como algo “normal”. Como llovía

muchísimo nos prestaron capas impermeables. Fue entonces cuando

escuché la primera de las muchas bromas. Al sacerdote francés y a mí nos

bautizaron “Batman y Robin de la primera generación, antes de que se

inventara el automóvil, cuando todavía andaban en mula”. [Risas]. El

primer vínculo con los guerrilleros comunistas se abrió entonces con una

broma. Otra broma lo cerró al final de la experiencia. Cuando nos fuimos,

al despedirnos, nos dijeron: “Esta tierra los saluda y los despide con

orgullo... No cualquiera se anima a besarla con el culo...”, aludiendo con

70ironía a nuestras caídas en el barro. [Risas]. El humor estuvo a la orden

del día todo el tiempo.

¿No encontró entonces a la gente de las FARC derrotada,

desmoralizada y cabizbaja?

Ezequiel Rodríguez Labriego: ¡No! ¡Al contrario! Los encontré alegres, con

una moral muy alta, con una convicción muy fuerte y seguros de que van

a triunfar. No era una pose o una puesta en escena. Se los veía seguros. A

eso atribuyo el humor y las bromas (entre ellos y con los visitantes,

siempre en un tono de cordialidad, de amistad solidaria y de camaradería).

Si estuvieran derrotados, como los presenta el presidente Uribe y la

inteligencia militar colombiana, así como los grandes multimedios que

difunden los comunicados de las Fuerzas Armadas y su visión de la

guerra, si se sintieran vencidos, pensando que van a ser aplastados y

aniquilados —sobre todo por un ejército tan salvaje e impiadoso como el

colombiano, asesorado y dirigido en el terreno mismo por los yanquis— no

se la pasarían haciendo chistes o bromeando. Es algo de sentido común.

¿no? El humor expresa algo. Creo que es producto de una moral

combativa alta y de una fuerte convicción en el triunfo popular.

¿El acceso a los campamentos era directo?

Ezequiel Rodríguez Labriego: No, había que dar antes muchas vueltas.

Pero lo que más me sorprendió es el contacto previo con poblaciones que

los apoyan y sostienen. La propaganda oficial, de la que se hacen eco los

grandes medios de comunicación, los pintan como bandoleros, como una

banda de forajidos armados y sin ideología, aislados del pueblo o detenidos

en el tiempo. Yo ví otra cosa bien distinta. No lo leí, no me lo contaron, lo

ví con mis propios ojos. Gente común de los poblados y pueblos que los

apoyan, mayormente trabajadores, campesinos, vestidos con ropa muy

humilde. Mujeres del pueblo con muchos hijos (recuerdo por ejemplo una

señora, muy joven, muy humilde, con una mula donde iban tres niños y

ella iba a pie embarazada de un cuarto niño...). Toda esa gente de los

poblados, civiles, hablan de ellos, de los combatientes de las FARC y de

sus campamentos de montaña, diciendo “allá arriba”, “la gente de arriba”,

“los camaradas”... (en Colombia casi no se utiliza la palabra “compañero”,

todo el mundo se llama “camarada”, es mucho más común). Esas

expresiones eran referencias elípticas a los campamentos de montaña de

las FARC. La gente de los poblados les pasan comida, cigarrillos, varias

cosas. Un grupo revolucionario que careciera de apoyo popular no contaría

con esa simpatía y esa colaboración. Por eso los militares y paramilitares

de Colombia asesinan tantos civiles, porque estos últimos apoyan a la

guerrilla. Es evidente el apoyo que le dan a las FARC. Yo lo ví. Las FARC y

sus frentes de trabajo político hacen trabajo social con la gente, con las

poblaciones: vacunan a los gurises, construyen escuelas, puestos de

71salud, caminos, pequeñas represas para los ríos, gestionan documentación

para los niños indocumentados (en el campo son muchísimos los

indocumentados). En síntesis, ví muchas familias y muchos niños

rodeando a las FARC. Definitivamente es una guerrilla popular.

¿Cómo los recibieron en los campamentos?

Ezequiel Rodríguez Labriego: El primer contacto fue con los puestos de

guardia. Íbamos tratando de mirar el suelo con barro, para no caernos ni

resbalarnos y en un momento, al levantar la cabeza y la vista,

sorpresivamente nos encontramos con los guardias del campamento a

medio metro [Risas]. Cuidaban el campamento frente a las incursiones del

Ejército. Lo primero que les dijimos fue “no podemos darles la mano porque

estamos todos embarrados” [Risas]. Nos topamos con ellos sin haberlos

visto. Luego seguimos subiendo y llegamos al puesto de la comandancia.

Allí nos recibieron los comandantes. Fueron muy amables. Nos sentamos

alrededor de una mesa llena de libros. Luego trajeron la comida. Había

muchos libros y, repito, muchos chistes. Todo el tiempo había risa, me

sorprendió ese humor. Yo esperaba encontrar gente muy seria, como en

las películas y me encontré algo muy distinto. Muchas bromas. Los

colombianos lo denominan “mamar gallos”, es decir, hacer jodas, bromear.

A lo largo de toda la experiencia, en varias ocasiones, cuando hacía

preguntas tenía que preguntar varias veces, porque seguro que las

primeras respuestas eran en broma. No me costó acostumbrarme,

nosotros también comenzamos a devolver las bromas (aunque a los

visitantes de Europa les costaba a veces comprender las ironías). Nada

más lejos de esos combatientes, de esos muchachos y chicas, que la

tristeza, la sensación de derrota o el desánimo.

¿Llegaron de noche o de día?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Era plena noche, no se veía nada. La selva

es muy oscura. Los árboles son altos, muy altos. La vegetación es espesa.

A veces hay neblina.

¿Se alumbraban con faroles como en nuestros campo donde no hay

luz eléctrica?

Ezequiel Rodríguez Labriego: ¡No! [Risas]. Es distinto al campo que

nosotros estamos habituados a ver. Había muy poca luz, porque los

aviones del ejército colombiano cuentan con una nueva tecnología militar

proporcionada por los Estados Unidos. Esa nueva tecnología de control,

que facilita la represión del ejército, está formada por el uso del satélite,

por globos espías y hasta aviones sin tripulación, que cuentan con

instrumentos que en tiempo real detectan concentraciones de humo, calor

y luz en la selva y así, automáticamente, vienen los aviones militares y

72comienzan a bombardear. Por lo tanto de noche hay poquísima luz. Pero

en ese primer encuentro igual nos veíamos las caras. Había un pequeño

foco y linternas. De repente un combatiente alerta “Avión...” y todo el

mundo apaga la linterna. El campamento entero queda oscuro y no se ve

absolutamente nada. Y allí nomás florece una nueva broma. Como en la

guerrilla no se sabe si el ruido es de aviones comerciales o aviones

militares, es decir, bombarderos de las fuerzas armadas, simplemente se

refieren al avión como “el jet” que se pronuncia “el je” (sin la “t” final),

entonces te aclaran riéndose que se trata del “el je... el lleno de bombas...”.

Un humor muy cáustico.

¿Escuchaban música?

Ezequiel Rodríguez Labriego: En realidad había mucho silencio, sólo se

escuchaban los sonidos de la selva, los grillos, la lluvia, las ramas que se

movían cuando había viento, quizás el tintineo del agua de algún arroyo,

aunque de lejos se escuchaban noticias. Lo que sucede es que “la

guerrillereada”, como ellos le dicen coloquialmente al personal de la

guerrilla, estaba escuchando noticias... Aunque un día nos hicieron

escuchar música de las FARC, escrita e interpretada por las propias FARC,

con letras revolucionarias y música en distintos ritmos: rock, merengue,

tango, salsa, vallenato, etc. La escuchamos en una computadora. Los

domingos sí hay música, interpretada por ellos. Los jóvenes tocan la

guitarra y el acordeón, también cantan.

¿Cuáles fueron los primeros relatos y las primeras charlas?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Obviamente todo comenzó con diálogos

políticos. La situación en Colombia, la violación a los derechos humanos

de Uribe de la que nadie habla, cuando semana a semana se secuestra y

asesina a dirigentes sindicales, campesinos, curas, monjas, estudiantes,

etc. También se habló del trato terrible que reciben los combatientes

capturados por el ejército, la necesidad de la solidaridad internacional, los

debates actuales del marxismo, etc. Pero a la hora de acostarse también

aparecieron otro tipo de historias. Historias de osos, tigres (los tigres que

se comen a los animales domésticos de la gente), las culebras...

Afortunadamente recién al final, al irnos, descubrí que lo que ellos, los

colombianos, llaman “las culebras” eran lo que en Uruguay se conocen

directamente como víboras. Yo pensé que hablaban de culebras chiquitas

de 10, 15 o 20 centímetros de largo y resulta que se trataban de culebras

de hasta dos o tres metros [Risas]. ¡Menos mal que recién descubrí al final

el equívoco! [Risas]. Me contaron un cuento, una de las tantas historias de

esa oralidad mágica donde la selva va cobrando vida al lado de estos

habitantes de las montañas, sobre un guerrillero que capturaba las

víboras con la mano, les hablaba y luego no las mataba, las soltaba.

Entonces las culebras se iban serpenteando... ¡porque estaban humilladas!

73Se movían así por la humillación ante el hombre, ante el guerrillero, ante

el campesino [Risas]. Nosotros empezamos a bromear, esperando que las

culebras que eran familiares de esa víbora humillada no vinieran a

vengarse de su pariente... [Risas]. También nos contaban la historia de

otro guerrillero que hablaba con los bichitos del bosque, le decían

cariñosamente “el loco”. Parece que era uno de los mejores guerrilleros por

su “mística”, por su entrega y disciplina, pero bromeaban que era “loco”

por sus ocurrencias y bromas permanentes o porque hablaba con los

animales del bosque.

¿Dónde dormían?

Ezequiel Rodríguez Labriego: En carpas. Había camas de caña, madera,

aserrín. Había colchones. Plásticos para cubrirse de la lluvia. Barro. Debo

destacar el esfuerzo que hacía esta gente para que los invitados se

sintieran cómodos. La lluvia por momentos era torrencial, no pasó un solo

día sin llover en los campamentos. El barro era omnipresente. Se olía todo

el tiempo el aroma de la tierra mojada en medio de lluvia o la neblina. En

ese panorama se esforzaban por brindarnos la mayor comodidad. Nos

contaron que los guerrilleros deben dormir con gran parte de sus cosas

preparadas por si se presenta una situación de “orden público”, combate o

asedio militar inminente.

¿A qué hora se levantaban?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Tempranísimo. Antes de las 5 AM. La vida

en la montaña y en el campo es muy diferente a la ciudad. Todo comienza

antes y todo termina antes. Pero incluso hubo un día en el cual los

comandantes querían leer, discutir y debatir las tesis de un libro que

hablaba sobre Colombia y América latina, parece que muy polémico, y se

levantaron a las 3 AM. Allí todo se escucha. Desde lejos, donde estaba

nuestra carpa, escuchábamos el debate. Hay que estar muy politizado y

tener muchas ganas de polemizar para levantarse a las 3 AM... ¡a debatir

un libro! ¿no es verdad? Nada más lejos de la realidad que yo viví que la

imagen oficial de “bandoleros narcotraficantes sin ideología”.

¿Qué desayunaban?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Lo primero que toman, a eso de las 5 AM,

es un “tinto”. ¡No es vino! [Risas], ellos le llaman “tinto” al café negro.

Luego, más tarde, a eso de las 7 AM, se desayuna mucha comida, arepas

(comida hecha con harina de maíz), huevos, etc. Mucha comida, no sólo

para los invitados o las visitas internacionales. Un viejo guerrillero nos

explicó que las FARC brindan a sus combatientes buena alimentación

entre otras cosas para así prevenir enfermedades. Un guerrillero mal

alimentado puede enfermarse más fácil. Incluso en términos económicos,

74resulta mejor comer bien que sanar enfermos. Cada combatiente tiene

también su cepillo de dientes y su pasta para prevenir enfermedades en la

boca.

¿Cómo es la vida durante el día? ¿Practicaban tiro o puntería todo el

tiempo?

Ezequiel Rodríguez Labriego: No, son muy buenos tiradores (los militares

llamaban al comandante Marulanda “Tirofijo”), pero en realidad, la mayor

parte del día, todo el campamento es un gigantesco colectivo de trabajo.

¡Trabajan mucho durante el día! Hay grupos de trabajo por escuadra de

combate. Cortan leña, serruchan, trabajan la madera, lavan, cocinan,

construyen, trasladan distintos materiales. Los campamentos se parecen

más a enormes colectivos de trabajadores que a otra cosa. Por eso, nos

explicaban, la necesidad de una buena alimentación: mucho trabajo físico.

Las mujeres trabajaban a la par de los varones, en todos los órdenes. En la

marcha por la selva las mujeres y los varones trasladan mochilas de 30

kilogramos aproximadamente (ellos hablan y miden en libras) con ropa,

armas, munición, comida, etc.

¿Había mujeres en la guerrilla?

Ezequiel Rodríguez Labriego: ¡Muchas! Cargaban armas largas (diversos

tipos de fusiles), uniforme de las FARC y, al mismo tiempo, aritos, anillos o

uñas pintadas. Ellas llevaban las mismas cargas que ellos y todo el mundo

trabajaba por igual.

¿Quién cocinaba?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Había varias cocinas, con hornos

fabricados por ellos mismos al estilo vietnamita o cubano, según nos

explicaban. Ellos lo denominan “ranchas”. Ví gente cocinando, tanto

mujeres como varones, ambos por igual.

¿Todos vestían igual?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Sí, con uniforme verde oliva y las insignias

de las FARC-EP. Tenían todos, hombres y mujeres, una pulcritud

tremenda. Si nos veían embarrados (por las caminatas) nos hacían

bromas, sugiriéndonos que nos cambiáramos. Cada combatiente tiene más

de un uniforme, que ellos mismos confeccionan. La limpieza de los

combatientes está reglamentada. En medio de ese lodazal todo el mundo

estaba limpio. ¡Increíble! De alguna manera se sentían orgullosos, si mi

percepción no me engaña, de saber caminar largas jornadas en el barro

sin ensuciarse. Se sentían orgullosos de estar así, limpios en medio de la

selva. Incluso nos preguntaban con ironía porque estábamos embarrados,

75diciéndonos: “¿Ustedes no están acostumbrados a caminar en el barro, no

es cierto?”. Aunque al mismo tiempo, con la mayor naturalidad, algunos

combatientes también nos preguntaban: “¿En serio es la primera vez que

visitan campamentos guerrilleros?”... como si fuera lo más normal del

mundo... [Risas]. Vestían entonces por igual pero había gente de lo más

variada. Vimos combatientes blancos, mestizos, indígenas,

afrodescendientes, hombres y mujeres. Se los percibía integrados, en un

colectivo integrado. Por ejemplo, ví gente blanca cocinando y sirviendo a

gente mestiza o afrodescendiente. Todo lo contrario del capitalismo racista

y de la discriminación a la que nuestra sociedad ya nos tiene

acostumbrados.

¿Durante todo el día sólo trabajaban?

Ezequiel Rodríguez Labriego: No, además de comer, trabajar y

descansar, también vi reuniones y discusiones que hacían por la tarde. A

esas reuniones las denominan “la hora cultural”. En realidad duran una

hora y media o dos. Se juntan y escuchan noticias, primero, para

analizarlas, después. Luego debaten en una especie de asamblea sobre la

noticia del día.

¿Noticias de qué tipo?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Noticias de Colombia y América Latina,

principalmente. Pero también de otras partes del mundo.

¿De dónde obtienen las noticias en la selva y en plena montaña?

Ezequiel Rodríguez Labriego: De la radio y la TV. Miran TV a una hora

del día. Principalmente noticieros, por ejemplo TELESUR. También

obtienen noticias de Caracol, etc. pero además miraban una serie de TV,

partidos de fútbol, etc. Recuerdo uno de los tantos chistes que hacían:

“Fulano es un leninista estricto, para él lo primero es el partido... el partido

de fútbol” [Risas]. Esta persona no se perdía un partido por nada del

mundo.

¿Cómo debatían?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Por grupos, por escuadra. Las escuadras

son las estructuras de combate más pequeñas, pero al mismo tiempo son

células políticas. Lo interesante es que cada escuadra tiene su

comandante pero también posee su secretario político. Los dos cargos no

puede ejercerlos la misma persona. De esa manea se garantiza la

democracia interna en las FARC y la posibilidad del debate. Entonces en

las horas culturales dedicadas a la información, la educación y al debate,

cada escuadra es responsable de transmitir una noticia. Cuando todas las

76escuadras dijeron lo suyo, comienza el debate colectivo sobre las noticias.

Allí se las analiza críticamente. Hablan todas y todos, la palabra circula.

Participan desde quienes tienen mejor oratoria, más fluida, hasta aquellos

a quienes les cuesta más hablar o leer en público. Lo llamativo es que

hablan y debaten al oscuro o con escasísima luz. Al presenciar esas

escenas vienen a la memoria los relatos del marxista norteamericano John

Reed cuando escribía la historia de la revolución bolchevique. John Reed,

aquel periodista de los EEUU, se asombraba de que los soldados

bolcheviques de Lenin, aun con hambre y en medio de la guerra, se

desesperaban por recibir noticias o libros en el frente de batalla... Las

horas culturales en la selva colombiana me hicieron acordar aquel libro.

¿Por qué las horas culturales se hacían al oscuro?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Por la posibilidad de bombardeos desde los

aviones militares. La ausencia de luz estaba destinada a ocultarle a los

aviones las posiciones de los campamentos guerrilleros. Los combatientes

nos contaban que esas horas culturales antes se hacían con toda luz y

viéndose las caras, pero como Uribe ha recrudecido la guerra —todo en

nombre de “la paz” y “la democracia”...— y ha recibido últimamente

tecnología militar yanqui de última generación dedicada a aniquilar a la

insurgencia con el denominado “Plan Patriota”, entonces ya no se podía

continuar desarrollando esas actividades con luz. Esa tecnología militar

yanqui incluye globos espías o información de satélite destinada a detectar

concentraciones de luz, humo o calor en la selva. Eso motiva los debates al

oscuro. Es muy raro para alguien que vive en la ciudad asistir a esa

especie de asambleas al oscuro, en medio del barro, donde se discute la

información de coyuntura. ¡Es muy sacrificado vivir así! Pero todo el

mundo participa con entusiasmo, con “mística”, con alegría en las

discusiones. Lo que hemos conocido es, realmente, una fuerza políticomilitar muy informada, muy politizada y muy actualizada en el día a día.

No son entonces unos locos sueltos, perdidos en la selva, que no se

habían enterado de que cayó el Muro de Berlín...

Ezequiel Rodríguez Labriego: [Risas] ¡No! Están muy, pero muy

informados. No sólo de Colombia sino también de otros países. Reciben

visitas. Tienen charlas sobre la lucha popular de otros países. Son

internacionalistas convencidos. Además la inmensa mayoría de

combatientes que conocí ingresaron a las FARC después de la caída del

Muro de Berlín. No son “dinosaurios nostálgicos”. Son marxistas

leninistas, guevaristas y bolivarianos, con un proyecto político actual,

pensado para América Latina en el siglo XXI. Ese proyecto bolivariano no

está pensado sólo para Colombia sino para la Gran Colombia y la Patria

Grande, es decir, para toda América Latina. Las FARC constituyen una

organización guerrillera muy conectada con el mundo.

77¿No había diferencias de formación entre sus integrantes?

Ezequiel Rodríguez Labriego: La verdad que por el tiempo en que

estuvimos no lo podría afirmar. Aunque sospecho que sí. Había

trabajadores, campesinos, estudiantes. Algunos tienen oratoria fluida, a

otros les costaba más leer en voz alta. Pero todos y todas participaban por

igual. ¡La palabra era rotativa! Hasta los más tímidos tenían que hablar.

Los roles de organización de las “horas culturales” (especie de asambleas

culturales) cambiaban y se alternaban todos los días. Sinceramente los ví

muy informados y muy interesados en lo que pasaba en Colombia (por

ejemplo movilizaciones urbanas, crisis política, etc.) y en otros países.

Eso en cuanto a los combatientes, ¿y los comandantes?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Bueno, debo reconocer que me

sorprendieron. Aunque había leído historiografía sobre las guerrillas y

había entrevistado alguna vez a dirigentes políticos y guerrilleros de otros

países, estos comandantes me hicieron reír mucho [Risas]. Como ya conté,

vivían haciendo bromas, entre ellos y con la gente visitante (a los visitantes

europeos, me parece, les costaba captar el humor o algunas ironías, pero

también compartían las bromas). Además discutían de poesía y literatura.

Estaban metidos en una discusión, entre ellos, sobre la obra y el

pensamiento del escritor Vargas Vila [modernista, de la generación de

Rubén Darío]. En la mesa de la comandancia tenían... ¡la Crítica de la

razón pura de Kant!... Allí también vi libros del poeta y revolucionario

salvadoreño Roque Dalton, escuché conversaciones sobre Mariátegui,

Nietzsche, Habermas, los manuales soviéticos de Konstantinov, polémicas

sobre Saramago, entre otros. Los escuché conversar también, con

erudición y devoción sobre Simón Bolívar, si murió de muerte natural o lo

mataron. También hablaban sobre el pensamiento del Che Guevara. Me

pareció, en suma, gente muy instruida, muy leída y preparada. Sobre todo

muy sensible. Incluso cuando uno de los visitantes preguntó por los

recuerdos sobre el comandante Marulanda, percibí alguna lágrima

rodando por ahí. También ví rostros de enojo, indignación y mucha bronca

cuando se hablaba de los crímenes de los “paracos” (los paramilitares

colombianos), el uso que hacen de la motosierra para mutilar gente, la

tortura, el aniquilamiento de dirigentes populares, indígenas, sindicales,

campesinos, jóvenes estudiantes. Uno de los comandantes que conocí, de

evidente origen campesino, tenía seis hermanos muertos. Al conocer a este

comandante campesino, antiguo lugarteniente de Marulanda, recordamos

los relatos historiográficos sobre la guerra civil y la revolución de España,

con sus generales obreros y campesinos. Pero en todas las conversaciones

predomina el humor, las “mamadas de gallo” (bromas) y la falta de

acartonamiento. Sobre todas las cosas mucha ironía y mucho humor. ¿No

es acaso el humor el mejor gesto de salud mental, imprescindible para

llevar adelante cualquier lucha radical en condiciones tan difíciles?

78¿Cómo se sobrelleva la vida en la selva?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Era difícil. ¡Mucho sacrificio! Aunque nadie

se quejaba y todo el mundo lo tomaba con “naturalidad”, esta gente vive

con mucho sacrificio. En primer lugar, nubes enteras y permanentes de

mosquitos. Complicado vivir así todos los días, ¿no es cierto? Ellos lo

llaman “la plaga”. Decían, por ejemplo, “hoy hay mucha plaga”, como quien

dice “está nublado”, con naturalidad. En las zonas donde no hay tantos

mosquitos... ¡hay garrapatas [animales que se prenden en la piel y chupan

la sangre]. En esas otras zonas también hay avispas. Después están las

víboras... En fin, la vida de las guerrillas de las FARC es una vida

tremendamente abnegada y sacrificada. Sólo se puede sobrellevar, me

imagino, si hay un proyecto político claro, realista y viable que le otorgue

sentido y si se tiene íntimamente fe en el triunfo. Sino, no me explico cómo

se podría vivir así cotidianamente. Las FARC están seguras de que van a

ganar.

¿Cómo hace la gente para ir al baño?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Haciendo las necesidades fisiológicas en un

pozo (hombres y mujeres), rodeado de hojas, sin techo, en medio de la

lluvia permanente... Dicen que las FARC viven como “magnates”, llenos de

lujo y dólares, y como “millonarios narcos”... ¡Por favor! ¡Qué infamia! Te

aseguro que todo eso no es más que una burda y miserable propaganda

militar, destinada a deslegitimarlos y aislarlos de posibles apoyos,

seguramente elaborada por los asesores en guerra psicológica de los

yanquis.

¿Qué balance general hace de todo lo que usted vio y conoció en los

campamentos de las FARC-EP?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Cuando recuerdo lo que conocimos en los

campamentos pienso en tanto académico mediocre becado por alguna

ONG, o en esos periodistas ignorantes pagados por los grandes

monopolios, que viven insultando y despreciando a estos jóvenes

guerrilleros y guerrilleras afirmando que son “narcos” y no sé cuantas

otras tonterías por el estilo. Me genera mucha indignación ver a esos

pusilánimes y mediocres calumniar a las FARC. Entiendo si alguien no

comparte la estrategia política de la insurgencia comunista y bolivariana.

Es lógico y comprensible. Cada uno tiene derecho a su punto de vista y a

opinar al respecto. Pero me parece que cualquiera que opine se debería

antes quitar el sobrero. Es decir, hablar con sumo RESPETO [Rodríguez

Labriego hace el gesto de subrayar la palabra] ante tanta dignidad, anta

tanta abnegación, ante tanto sacrificio.

Como conclusión personal, quisiera remarcar el tremendo

RESPETO, la sincera admiración que siento y que me genera esta gente, la

79gente de las FARC. Los ví muy serios, muy esforzados, principalmente muy

convencidos de la causa del socialismo. No sólo del socialismo en Colombia

sino en la Patria Grande latinoamericana y en el mundo. Me parece que

necesitan mucha solidaridad internacional. Más allá de las anécdotas o las

impresiones, creo que eso es lo fundamental. La solidaridad.

¿Por qué cree que se habla tan poco de Colombia? ¿Por qué piensa

que la izquierda mundial todavía es remisa a enarbolar como propia la

bandera insurgente de las FARC?

Ezequiel Rodríguez Labriego: Quizás haya muchas causas. En primer

lugar, por la impresionante campaña macartista contra las FARC. La

izquierda, reconozcamos, no ha permanecido ajena ni al margen de los

efectos de ese macartismo oficial que obliga a todo el mundo a

“desmarcarse” de las FARC (y otros grupos radicales) para obtener

certificado de “buena conducta”. ¿No es cierto? ¿O me equivoco? En

segundo lugar, las FARC y el Partido Comunista Clandestino de Colombia

(PCCC) marcan una continuidad con la izquierda revolucionaria de otras

décadas, manteniendo la centralidad de la lucha por el poder, luego de

varias décadas de predominio posmoderno y/o socialdemócrata. No se

pone a Colombia en el centro de la agenda latinoamericana (donde

habitualmente se habla de Bolivia y Venezuela, sin siquiera mencionar

Colombia) porque eso implicaría automáticamente discutir la pertinencia

de la lucha armada. Luego de miles y miles de muertos y desaparecidos

eso provoca temor. Mucho temor. Debemos reconocerlo... todavía hay

miedo, aunque no se lo confiese públicamente o se lo encubra con falsas

elucubraciones “teóricas”. ¡Hay que vencer de una buena vez ese temor!

Entonces de lo que se trata es de recuperar la solidaridad. ¡No

podemos abandonarlos! No debemos continuar cediendo al chantaje

macartista. No podemos caer en el silencio cómplice ni en la comodidad de

la indiferencia.

¿Cuándo usted habla de solidaridad se refiere exclusivamente a la

izquierda?

Ezequiel Rodríguez Labriego: No necesariamente. No sólo a la izquierda.

Las FARC se definen antiimperialistas y bolivarianos. El arco de

solidaridad va mucho más allá de la izquierda. Toda persona que se

oponga al guerrerismo de Uribe y a la violación de los derechos humanos

debería solidarizarse. De la misma manera que se ha apoyado al

sandinismo en Nicaragua, al FMLN en El Salvador, a Fidel y al Che en

Cuba, a la URNG en Guatemala, al zapatismo en México, al MST en Brasil

o a Chávez en Venezuela. Hoy hay que apoyar a las FARC. Las FARC son

parte insustituible y fundamental de ese concierto latinoamericano. No

podemos continuar haciéndonos los distraídos frente a la lucha del pueblo

80colombiano. El apoyo a las FARC-EP debe estar a la orden del día en la

izquierda latinoamericana y mundial.

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