Unir y construir consensos
En noche de aquel 28 de septiembre, cuando el enemigo pretendía amedrentar a la enorme multitud congregada frente al antiguo Palacio Presidencial, Fidel le proponía al pueblo, como condigna respuesta ante las criminales agresiones, crear los comités de vigilancia revolucionaria
25 de septiembre de 2015
Cincuenta y cinco años se dice fácil y rápido. Sin embargo, cuando se trata de pasar la mirada a ese mismo tiempo en el quehacer de una organización de masas, auténtica y original creación del proceso revolucionario cubano, como son los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), una primera conclusión a que puede arribarse, sin ignorar aspiraciones a resultados aun superiores, sería la evidencia irrefutable de que ellos llevan más de medio siglo haciendo revolución.
En noche de aquel 28 de septiembre, cuando el enemigo pretendía amedrentar a la enorme multitud congregada frente al antiguo Palacio Presidencial -hoy Museo de la Revolución- Fidel le proponía al pueblo, como condigna respuesta ante las criminales agresiones, crear los comités de vigilancia revolucionaria. Esta decisión tendría una extraordinaria significación estratégica. Ya entonces se avizoraban tareas duras y difíciles. Desde las cuadras, como diría el poeta, crecía el país, y también el apoyo irrestricto a las medidas que paso a paso emprendía el gobierno revolucionario en el poder.
A cada zarpazo imperial o por medio de su pretendida quinta columna interna, que jamás han podido articular ni mucho menos consolidar, el pueblo organizado respondió con la misma firmeza e intransigencia del Titán de Baraguá. La lucha contra bandidos, la invasión mercenaria, rápida y finalmente derrotada en Playa Girón; el asesinato de maestros y alfabetizadores, la Crisis de Octubre, los secuestros de pescadores, los cientos de planes de atentados contra los máximos dirigentes, los innumerables sabotajes y ataques contra instalaciones y población civil… El enfrentamiento a todos esos actos deleznables fortaleció el temple de los cederistas.
La organización, además, fue sumando y uniendo a millones de patriotas en torno, no solo a su misión fundacional de la vigilancia, sino a otras tareas sociales de connotado carácter humanista y solidario como donaciones de sangre y apoyo a las campañas de salud e higiene, a la educación, la prevención social y otras de importancia ambiental y económica.
Los problemas y las dificultades por las que ha atravesado el país en cada momento histórico, hasta el paso por los años más duros del período especial y las complejidades propias de la actualización del modelo socialista cubano, se han reflejado también en las estructuras, funcionamiento y comportamiento de la membresía de los CDR, sin que ellos deban ni puedan dar respuesta a todas las carencias y deficiencias institucionales que se procura perfeccionar.
Hoy, nuevos escenarios tienen ante sí los CDR. Y los desafíos aumentan, pues aun cuando Estados Unidos reconsidera su fracasada política de hostigamiento, y propugna relaciones diplomáticas con Cuba, ha dejado bien claro que sus objetivos imperiales siguen siendo los mismos. Por algo en la Ley Helms-Burton, que codificó el bloqueo aún vigente, se exige puntualmente, junto a la desaparición de otros pilares de la Revolución Cubana, la disolución de los CDR. De aquí que la defensa de esa Revolución continuará como divisa fundamental frente a las múltiples maneras con que suelen enmascararse quienes pretenden desestabilizarla y derrotarla. A partir de ahora, mayores deberán ser los desvelos para afianzar la marcha unida y no permitir el desvío del rumbo socialista.
En el actual contexto los CDR se plantean perfeccionar sus contenidos, estructuras, métodos y estilos de trabajo, sin alejarse de las esencias que los definen como organización comunitaria y solidaria por excelencia, fundamentada en la unión voluntaria de los vecinos revolucionarios de cada lugar. Ellos son el eslabón más inclusivo y plural de la sociedad civil cubana, y no solo por su masividad, sino por su estratégico propósito de mantener el consenso en torno al proyecto de país más justo, próspero y sostenible que soberanamente construimos los discípulos de Martí y Fidel, bajo la dirección del Partido.
Tampoco es casual que la dirección nacional de los CDR esté apostando fuertemente por los jóvenes. A ellos les corresponde asumir una mayor participación en el diseño y dirección de la organización, asimilar experiencias positivas de los más veteranos e incorporar la frescura del pensamiento y el lenguaje propio de los más bisoños, dinamizar las formas de hacer, y mantener lo que se propone en el emblema que ha presidido el intenso proceso del aniversario 55: “Una organización que nació para ser eterna”. Su legitimidad, por tanto, seguirá anclada a la obra colectiva que, adecuada a las características y exigencias de cada momento y territorio, se entreteje y fortalece desde cada pedacito de barrio.
 
 
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