sábado, 23 de noviembre de 2013

SESINATO DE JOHN F. KENNEDY 1963 Las claves secretas La política del mandatario hacia Cuba lo enfrentó no solo a la ultraderecha contrarrevolucionaria de origen cubano sino también a peligrosas instituciones de la nación norteña Por JACINTO VALDÉS DAPENA* (20 de noviembre de 2013) Era marcada la hostilidad de Kennedy hacia los contrarrevolucionarios batistianos, por lo que no aceptaba la participación de estos en los planes yanquis de agresión militar. La explicación, desde el presente, del complot para asesinar al presidente John F. Kennedy, ocurrido en Dallas, Estados Unidos, el 22 de noviembre de 1963, y calificado por algunos historiadores norteamericanos como “el día más trágico de la nación en el siglo XX”, así como el porqué de la participación de la contrarrevolución de origen cubano en los hechos, no puede realizarse sin tener en cuenta la relación costo-beneficio que para este sector de la emigración tuvo este suceso, el impacto, tanto para Cuba, como para los propios cubanos radicados en los Estados Unidos, y las conexiones de los servicios especiales y grupos de poder estadounidenses implicados en el complot. La administración Kennedy y su programa denominado La nueva frontera, cuyo contenido esencial era preparar a Estados Unidos como líder mundial en los siglos XX y XXI, fue, desde sus orígenes, un obstáculo estratégico para los planes de la derecha norteamericana en materia de política exterior y doméstica. A esta derecha estaban vinculadas las organizaciones contrarrevolucionarias de origen cubano afiliadas a fracciones políticas tradicionales de corte batistiano, auténtico y de otras tendencias ideológicas, así como otros grupos “fabricados” por los servicios especiales norteamericanos, en particular por la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Víctima de la Guerra Fría Kennedy no era un político común en los Estados Unidos. Representaba una élite intelectual de perfil liberal que se proponía asegurar, a largo plazo, el liderazgo internacional de los Estados Unidos y conocía a la sociedad civil norteamericana en sus fortalezas y vulnerabilidades. Jacqueline Kennedy sostiene sorprendida a su esposo presidente cuando lo impacta el segundo disparo en la limosina presidencial Dallas, 22 de noviembre de 1963. El enfrentamiento de Kennedy a la CIA, al Pentágono, a los contrarrevolucionarios de origen cubano y a la mafia creó las condiciones para el magnicidio (Internet) En su libro Perfiles de coraje expresaba: “Nuestra vida política se está haciendo tan corta, tan mecanizada y tan dominada por las políticas profesionales y hombres de relaciones públicas, que el idealista que sueña con un proceder independiente en la función pública, es despertado rudamente por las necesidades de la elección y del logro de los fines propuestos. Y nuestra vida está haciéndose más y más centrada en esa aparentemente interminable guerra a la que se nos ha dado en llamarla con el curioso epíteto de ‘fría’, que tendemos a estimular una ideología rígida y modelos ortodoxos para el pensamiento”. El Presidente, al caer abatido en Dallas fue, entre otras cosas, una víctima más de esa Guerra Fría. Históricamente, para los Estados Unidos, Cuba fue, y será, un asunto de interés y seguridad nacional, desde los primeros enunciados en la década de los años 20 del siglo XIX, hasta los Planes para una transición hacia la democracia, de las administraciones de William J. Clinton y George W. Bush. Cualquier concesión en esta dirección sería interpretada por los grupos de poder en los Estados Unidos, directamente involucrados en los planes para derrocar a la Revolución Cubana, como una traición a la unión americana. Un estudio pormenorizado del diseño de la política del presidente John F. Kennedy contribuye a afirmar que en el caso de Cuba, esta administración aplicó un estilo de conducta peculiar, conocido como back-channel (canal informal). La visión del mandatario estadounidense, desde las perspectivas históricas de los años 1962 y 1963, le aconsejó, presuntamente, no aprobar la Operación Northwoods propuesta por Lyman Lemnitzer, jefe del Estado Mayor Conjunto, la que sugería una serie de incidentes y provocaciones, perfectamente planificados, que justificarían y servirían de pretexto para una invasión directa de las tropas norteamericanas a la Isla. El entonces director de la CIA, John A. McCone, consideró este plan como útil y cuidadoso. Imagen aérea de la sede de la CIA en Langley Sede de la CIA en Langley. El entonces director de la agencia, John A. McCone, consideró la Operación Northwoods como útil y cuidadosa (Archivo de BOHEMIA) Northwoods era, en resumen, una típica operación de guerra psicológica que pretendía convencer a la comunidad internacional de que la mayor de las Antillas era un peligro para la paz de Occidente y que por ello había que inculpar a la nación cubana por supuestas acciones terroristas emprendidas. Entre las medidas propuestas se encontraban: provocar estallidos de bombas en Miami; bombardear la ciudad de Santo Domingo, en República Dominicana; derribar aviones norteamericanos comerciales con destino al Caribe y una autoagresión a la Base Naval de Guantánamo. En todos estos incidentes cuidadosamente concebidos por el Pentágono y la CIA, se haría aparecer la mano directa de Cuba, como parte de un burdo complot que justificaría una agresión militar a la Isla. La no aprobación de la Operación Northwoods por el presidente Kennedy provocó el distanciamiento definitivo del Presidente con los “halcones”, apoyados por la extrema derecha norteamericana, sus aliados en la comunidad de inteligencia, en especial los sectores más reaccionarios de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, por sus siglas en inglés) y la CIA y sus más leales servidores: los mercenarios de origen cubano. La conexión cubano-americana Existe una serie de ejes en la política del presidente Kennedy, en relación con Cuba, que le enajenaron el apoyo de la ultraderecha de origen cubano en el período de 1961 a 1963. En primer término, esta no le perdonaba su decisión de no intervenir con el uso de las Fuerzas Armadas Norteamericanas durante la invasión a la Isla de la Brigada de Asalto 2506, en abril de 1961, a pesar de las presiones de altos jefes militares norteamericanos, políticos de extrema derecha y la jefatura de la CIA. Por otra parte, era marcada la hostilidad del mandatario estadounidense hacia los batistianos, por lo que no aceptaba la participación de estos en los planes yanquis de agresión militar. Mercenarios apresados durante la invasión La ultraderecha de origen cubano no le perdonaba a Kennedy su decisión de no intervenir en Cuba con el uso de las Fuerzas Armadas Norteamericanas durante los días de Playa Girón (Archivo de BOHEMIA) Igualmente, abogaba porque fuera un movimiento reformista burgués el que asumiera el control del Gobierno cubano cuando la Revolución estuviera derrocada, lo que se constata en el apoyo a las organizaciones contrarrevolucionarias Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR), Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), Movimiento Demócrata Cristiano (MDC), Junta Revolucionaria (JURE), Montecristi y otras de menor significación. Cuando la Crisis de Octubre de 1962, la contrarrevolución de origen cubano estimó que la respuesta de Kennedy debió haber emprendido la agresión militar y la invasión a la Isla. La propia CIA reconoce, en documentos desclasificados de aquellos días, que el “compromiso” asumido por la administración de Estados Unidos durante las conversaciones con la Unión Soviética, de no invadir a Cuba, abría el camino a la “subversión” de la Revolución Cubana en América Latina y ponía en peligro los intereses de los Estados Unidos. El presidente Kennedy, quien había acumulado experiencia como experto en análisis de inteligencia durante la Segunda Guerra Mundial en la Marina de Guerra de los Estados Unidos, percibió en 1963 la necesidad de reestructurar el trabajo de la CIA contra Cuba, cuyo antecedente se revela en su decisión de crear en noviembre de 1961, la DIA, como consta en documentos desclasificados sobre la Operación Mangosta. Asimismo, la administración Kennedy decidió, en el año 1963, en relación con las denominadas “operaciones autónomas” de las organizaciones contrarrevolucionarias y grupos terroristas radicados en los Estados Unidos, cancelarlas y someterlas al severo control de la Sección de Asuntos Especiales de la CIA, previa aprobación por el Consejo de Seguridad Nacional, como consta en los informes de la Comisión Church, lo que coincidió con la suspensión de la ayuda financiera suministrada al Consejo Revolucionario Cubano (CRC) de José Miró Cardona. Se conoce que ya en octubre de 1962, aproximadamente el 90 por ciento de 410 organizaciones, grupos y grupúsculos contrarrevolucionarios registrados, habían sido penetrados por la seguridad cubana, lo que indicó, para la contrarrevolución y la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos, que solo una invasión militar podría provocar el derrocamiento de la Revolución. Una terrible alianza Como se expone en el Informe del inspector general de la CIA, Jack Earman, del año 1967, documento que solo se desclasificó a mediados de los años 90, la mafia norteamericana, las secciones ultrasecretas de la agencia, los contrarrevolucionarios de origen cubano y otros agentes confesos de la Inteligencia estadounidense, habían sellado una alianza para la eliminación física del Comandante en Jefe Fidel Castro, “sin una presunta autorización presidencial explícita o implícita”. Caseta principal de la Base Naval de Guantánamo La autoagresión a la Base Naval de Guantánamo se encontraba entre la serie de incidentes propuesta por la Operación Northwoods para justificar una invasión directa a Cuba (Archivo de BOHEMIA) En ocasión de la conferencia científica La Crisis de Octubre: una visión política cuarenta años después, celebrada en La Habana en octubre de 2002, se evidenció que para entender la política de Kennedy hacia y contra Cuba, era necesario interpretar a fondo los perfiles políticos y militares de esta estrategia en el año 1963, y tomar en consideración el mensaje de la Operación Northwoods (febrero-marzo de 1962), diseñada por el Pentágono, que recomendaba la intervención militar directa en la Isla en el año 1962, antes de la Crisis de Octubre. Toda esta arriesgada política de Kennedy hacia Cuba, que lo enfrentaba a la CIA, al Pentágono, a los contrarrevolucionarios de origen cubano vinculados a la tenebrosa agencia, y a la mafia norteamericana, estaba creando las condiciones para el magnicidio, en un país en el que el asesinato político forma parte de la cultura de la violencia desde la administración de Abraham Lincoln. __________ * Especialista del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado. Autor, entre otros libros, de La CIA contra Cuba. La actividad subversiva de la CIA y la contrarrevolución (1961-1968) y Operación Mangosta: Preludio de la invasión directa a Cuba.

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